Pequeños

Leo unas declaraciones del intrépido austriaco Félix Baumgartner que tratan de responder a la pregunta sobre qué pensó justo antes de saltar. «Que alto había que estar para apreciar lo pequeños que somos», afirmó con honda sinceridad.  Pues esa mismo impresión, sobre la verdadera e ínfima escala de nuestra existencia, la he sentido yo sin tener que subir hasta 39000 metros de altitud. Basta subir a la cumbre de la isla una noche sin luna y observar, tendido en la pinocha y con las manos enlazadas tras la nuca, el extenso y prodigioso cielo estrellado para tener la misma sensación: qué pequeños y prescindibles somos ante semejante inmensidad.

La casa deshabitada

En este universo soy lo que he creído ser.
En éste, lo que me han dicho que era.
En éste, lo que he llamado mi conciencia
o cuando me he puesto más grandilocuente, mi alma.
En éste veo mi cuerpo, mi instinto, mi sexo, mi sudor.
Éste es un juego entre mis dolores y mis placeres.
Éste es el que he formado con las trampas de la memoria.
En este otro contemplo claramente el envejecimiento de mi cara y de mi piel.
En este universo ya estoy muerto.
En este otro, sin embargo, soy inmortal y me río de mis temores, cuando me creía mortal.
Este universo, gigantesco y caótico, reúne todo lo que he atribuido al sueño y a la libertad.
En este universo está claro el sentido de las cosas.
Pero en este otro lado, es absurdo.
Y éste es tan gélido que juega si quiera con mi existencia.
En este universo, el último, el que ahora habito, ya no naceré más.

Paradojas universales

Si en un principio pensábamos que éramos el centro del universo, gracias a  las grandes y modernas catedrales que ha erigido la ciencia,  donde la comprensión y el control de lo más pequeño raya la obsesión, ahora sabemos que éste tiene quince mil millones de años y que la tierra es tres veces más joven. Y que no, que no somos el centro geográfico de la existencia.  También sabemos que estamos hechos de átomos y que el universo está en continua expansión. Que cada vez hará más frío porque las estrellas estarán cada vez más lejos y que el sol desaparecerá y llegaremos a un punto donde ya no pase nada.

Sin embargo, aún no sabemos por qué existimos. Dicen los científicos que somos una anomalía en el universo. La vida, para la física cuántica, es un error, aún inexplicable, pero un error. La consecuencia de este axioma es que dios, al igual que los humanos, necesita a la ciencia para subsistir. Al menos, por el momento.

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